De como el sol se columpia antes de dejar la montaña
Con las manos aún manchadas de sangre cruzó el patio que separaba su casa solariega del pequeño taller donde le aguardaban los relojes de sol y las brújulas que le aferraban a la vida. Allí, bajo los últimos rayos de sol que la montaña dejaba pasar, arañaba la piedra formando curvas, rectas y parábolas con las coordenadas que su cliente le había ofrecido. Relojes de sol,...¿quién se dedicaría a hacer relojes de sol en una montaña? Sólo podía ser él, el pequeño anacoreta que estiraba la piel de sus clientes con puntillas afiladas, y sobre la piel las horas del día que quedarían marcadas a golpe de rayos de sol...
estirando el tiempo...locura de eternidad
ResponderEliminarHacer relojes de sol sobre la piel....¿de donde sacas esas ideas chiquilla?, me gusta por lo exótico
ResponderEliminarPues Genial, algo de verdad tiene esta historia que os he traido, basada en hechos casi reales...
ResponderEliminarUfff, pues dime en qué montaña vive este hombre atado al tiempo de sus relojes. Lo digo para no acercarme por allí.
ResponderEliminarBienvenida a tu casa.
Un beso.